EL MILAGRO DE LOS ANDES:

Una extraordinaria historia de supervivencia protagonizada por gente común.

El 13 de octubre de 1972 un avión uruguayo que transportaba a miembros del equipo de rugby Old Christians, amigos y familiares, rumbo a Santiago de Chile, desapareció en la cordillera de Los Andes. Una serie de errores humanos hicieron al avión caer en medio de las montañas y terminó resultando en una de las más maravillosas y extraordinarias historias de supervivencia protagonizada por gente común (esta es la forma en que los sobrevivientes definen su increíble hazaña).

Esta increíble y poderosa historia de vida y de supervivencia, ha sido rememorada en miles de artículos y entrevistas, varias películas y decenas de libros.  Como  forma de agradecimiento y de devolver a la humanidad y a Dios (pues la mayoría de ellos profesan la religión cristiana), los dieciséis sobrevivientes han dedicado una buena parte de su vida adulta a dar conferencias y charlas de motivación a personas en riesgo de suicidio, depresión, enfermedades terminales, situaciones de guerras y conflictos, para testimoniar que lo “imposible es posible” cuando existe la determinación, persistencia, espíritu de equipo y solidaridad en el espíritu humano.

El video que sigue es una de cientos de entrevistas realizados en Uruguay con los sobrevivientes, y no fue escogida por nada en particular, solo que es justo en esta semana que los protagonistas son entrevistados en los tres países del Cono Sur, para que compartan su historia de vida.  De todas las entrevistas que he visto, no hay ninguna que no conmueva y estremezca, por la potencia de la historia y las lecciones que comparten sus protagonistas.

En este reportaje, varios de los protagonistas, a quienes conozco personalmente, y son increíblemente normales, autocríticos y “con pies en la tierra”, nos llevan con ellos en un increíble viaje que nos recuerda la emoción de muchachos jóvenes que piensan en jugar un partido de rugby en Chile, las chicas chilenas, el conocer un nuevo país, el viaje, el accidente (con impresionantes detalles), la primera noche del accidente, el alud de nieve que los sepultó y cambió su visión, las lecciones de supervivencia, “la sociedad de la nieve”, esa increíble división de tareas y asignación de roles que desarrollaron jóvenes sin ninguna experiencia de montaña ni nieve.

También nos explican una de las decisiones más difíciles que tuvieron que tomar luego de semanas prácticamente sin comer: alimentarse de los cuerpos de sus compañeros, amigos y familiares.  Nos cuentan como a partir del fatídico “día diez”, y escucharon en una radio que reconstruyeron (yo tengo la misma radio de colección, de la misma época), que se había abandonado la búsqueda, y pasaron del “estamos perdidos” a transicionar a “esta es una buena noticia, porque ahora más que nunca dependemos de nuestro propio esfuerzo, y ya no vamos a seguir esperando que otros hagan el trabajo por nosotros”.  Pero debieron pasar más de 60 días de infierno, horror y ver a familiares y amigos gritar y morir de dolor al lado de la mayoría de los sobrevivientes.

También nos cuentan como prepararon a dos o tres de los que estaban sin fracturas ni heridas, para que pudieran acometer la última misión de sacrificio y solidaridad con sus compañeros: luego de más de 60 días de privaciones, débiles y bajo la amenaza, muy cercana y muy presente, de que morirían en el intento, avanzar o morir caminando, para atravesar por más de 10 días y noches, sin equipos ni formación, las heladas cumbres de los Andes, que en el punto más bajo de donde se encontraban ellos, superaban con creces los 5,000 metros de altura, con nieves eternas.

Hoy más de 100 hijos y nietos son testimonios de esta increíble determinación (que otros tienden a asociar místicamente con una característica particular de los uruguayos de no darse nunca por vencidos, la famosa “garra uruguaya”), que permite a esta dura y agridulce historia humana, el tener un balance neto-positivo, incluso para los familiares y amigos de los que no pudieron regresar con vida, que han apoyado y acompañado a los sobrevivientes en la misa de 50 años celebrada en el mítico “Stella Maris”, el colegio de los hermanos irlandeses donde nació uno de los dos equipos tradicionales de la gran escuela de rugby del Uruguay.

Ese año 1972 fue un año particularmente importante también para mi propia historia personal de superación y supervivencia: en el primer término (superación), comenzaba a finalmente superar la tartamudez y el “zetismo” que me había dado un susto que me había llevado, y en el segundo término (supervivencia), ingresaba, afortunadamente por última vez, a una carpa de oxígeno para superar la segunda y mayor crisis de asma (y la mayor angustia, según me dijo mi madre) que había tenido a mis cinco años de edad.  Por eso, además de conocer a sus protagonistas, engancho tanto con esta historia, tanto desde el ángulo de la supervivencia (antes de bajar de la cordillera) y de superación (cómo manejaron ellos sus vidas cuando tuvieron que encontrarse con la verdadera cordillera, la de reinsertarse en la vida en sociedad).

No les cuento más, dejemos que la historia que escucharán ahora, haga el trabajo de darnos perspectiva sobre lo bendecidos que somos, y cuánto nos falta aprender para seguir creciendo espiritualmente.

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